La civilización tecnológica plantea la necesidad de que las personas participen del proceso de cambio. Este es un gran desafío educacional, pues requiere, por un lado, el desarrollo de capacidades para elaborar respuestas tecnológicas, como innovación y prácticas de trabajo, y por otro, la observación crítica de las actividades que se realizan en el entorno, para poder aportar con innovaciones resguardando posibles impactos sociales y ambientales.